Truño guía de Perpiñán

 

Ciudad mediterránea, situada al sur de Francia a tan solo 30 km de la frontera con España, de 121.000 habitantes, 205.000 con el área metropolitana. Es la capital de la provincia del Rosselló (Roussillon en francés), que siglos atrás perteneció a Catalunya y hoy forma parte de la región de Occitania.

          

Visitarla vale la pena. No sería el destino top al que tengas que ir sí o sí antes de criar malvas, pero si por lo que sea vas a parar allí (trabajo, cercanía como fue mi caso, o lo que sea…), tiene un centro histórico bonito y acogedor, lleno de rincones entrañables, un canal a la entrada del mismo, rodeado de restaurantes y de vida, y un castillo que es indiscutiblemente el símbolo de la ciudad y está a la altura de tal condición. Teniendo en cuenta que cualquiera que vaya lo hace sin muchas expectativas (ya sabemos que no es París ni Venecia), por lo menos para mí las cubre sobradamente.

          

Por lo demás; muy auténtica, como suele pasar con estas ciudades pequeñas, porque no está invadida por los turistas y la mayoría de gente con la que te topas es local. Muy tranquila también, tanto en el centro para ser centro, como en los barrios, me pareció una ciudad con un ritmo lento, silenciosa y serena, lo cual no está nada mal. Y sobre todo la curiosidad de que, pese a ser claramente francesa (el idioma, la gente, todo…), conserva una identidad catalana, sobre todo a modo de folclore, de la que te vas encontrando múltiples manifestaciones por toda la ciudad.