TRUÑO GUÍA DE BRUSELAS

 

Capital de Bélgica y de Europa. Tiene 170.000 habitantes, pero a su alrededor hay una serie de ciudades dormitorio con municipio propio y totalmente pegadas a la capital, que forman una ciudad de más de un millón de habitantes (1.100.000 aprox.) y es la llamada Región Bruselas-capital. El área metropolitana es aun más grande, pero ya la componen ciudades que no están unidas a este complejo urbano y hay discrepancias en sus límites.

Cuando, ya sabiendo que iba a viajar a Bruselas, hablaba con gente que ya había estado, encontré opiniones muy dispares: no fueron pocos los que la tachaban de gris y me decían que lo único interesante es la Grand Place (no encontré a nadie que pusiese en duda la belleza de la que para mí es la plaza más bonita que he visto), pero también topé con unos cuantos que me la aconsejaban y la situaban entre sus ciudades favoritas. Yo desde luego, aun y sin llegar al extremo de situarla entre mis preferidas, me acerco mucho más al segundo grupo, y tiendo a pensar que los que no son de la misma opinión, quizás pueda ser porque no soporta la comparación con Brujas, ciudad de cuento que suele estar incluida en el mismo pack y que poco tiene que ver con el cosmopolitismo y talante de gran urbe que desprende Bruselas a pesar de su no excesivo tamaño.

Yo que, fiel a mi enfermiza obsesión urbanita, no me limité a visitar el centro sino que recorrí muchos barrios periféricos, descubrí una ciudad muy dinámica, densa e incluso algo caótica, pese a la apariencia de fría que le atribuye inevitablemente su clima y puede que hasta su arquitectura. Multicultural como pocas, desordenada en el trazado de sus calles, y sobre todo una urbe con una personalidad muy definida; Bruselas es Bruselas en cualquiera de sus barrios y, a mí por lo menos, me pareció una curiosa combinación entre urbano y suburbial, con zonas de grandes edificios y avenidas, acorde a su condición de capital europea, en contraste con otras mucho más populares, con calles más estrechas, omnipresentes sus típicos edificios de ladrillo rojizo, de dos o tres plantas y techos inclinados, calzadas adoquinadas, raíles y cables de tranvía y multitud de pequeños comercios y puestecitos de fruta que le dan vida. Una ciudad de contrastes donde sin dejar de tener la sensación en todo momento de estar en una gran capital centroeuropea, conserva un carácter acogedor donde nada parece cobrar grandes dimensiones y todo parece estar al alcance de la mano.

              

Mirándola desde un prisma más turístico, también tiene sus encantos. Empezando por la ya mencionada Grand Place, y sus calles de alrededor, con bastantes callejuelas estrechas, llenas de vida, tiendas, terracitas y edificios de estilo art nuoveau, siguiendo por los símbolos de la ciudad; el Atomium, situado casi en las afueras, y el Manneken Pis, más curioso por su leyenda que otra cosa, y rematándolo con interesantes museos y su condición de ciudad del cómic, tan presente incluso en muchas de sus fachadas.